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Curso de Preposições em Inglês

terça-feira, 7 de abril de 2009

La Bella Durmiente


No hay mal que por bien no venga. El Museo de Arte Ponce de Puerto Rico cierra por renovación y expansión de sus instalaciones y el Museo del Prado aprovecha la ocasión. En estos días de – bienvenida otra vez – primavera y hasta finales de mayo, el museo madrileño acoge un pequeño pero extraordinario conjunto de obras de artistas como John Millais, Dante Gabriele Rossetti, Thomas Seddon, William Holman Hunt, Edward Coley Burne-Jones y Frederic Leighton. En otras palabras, es el Panteón de la Hermandad Prerrafaelita el que aterriza en Madrid con la misma elegancia y el mismo aire de misterio con los que desafió y revolucionó, hace más de 150 años, las rígidas líneas pictóricas establecidas por la Royal Academy, convirtiendo la pintura en una alegoría infinita, en una vorágine simbólica a cuyo hechizo era imposible resistirse.

Hay obras que se niegan, como soldados valientes, a desvelar sus secretos. Por mucho que las observemos, por mucho que recorramos con una mirada atenta cada una de sus pinceladas, acabaremos dándonos cuenta de que su magnitud simbólica y estética no es un territorio que se pueda conquistar por completo. El sueño del Rey Arturo en Avalón, la obra maestra de Edward Coley Burne-Jones, un increíble lienzo de casi 7 metros por 3 al que el artista dedicó los último 20 años de su vida, es sin duda una de esas obras. La variedad y la riqueza de las plantas y de las flores recuerdan desde cerca La Primavera de Botticelli, así como sus arabescos simbólicos podrían competir con los de El Jardín de las Delicias de El Bosco. Otra gran obra maestra – y otro gran misterio –: el tríptico, siempre de Edward Coley Burne-Jones, del Rosal Silvestre, donde el sueño del Rey Arturo se sustituye por el de la Bella Durmiente, protagonista de un cuento de los Hermanos Grimm muy en boga entonces. El triunfo dorado de Sol ardiente de junio, de Frederic Leighton – la joya de la corona del Museo de Arte Ponce y de esta exposición –, completa idealmente el conjunto de obras que corteja y celebra el sueño como metáfora de la muerte. Pero la muerte también protagoniza la única, magnífica, obra de Dante Gabriele Rossetti presente en la exposición, La viuda romana (Dîs Manibus), el retrato denso de misterio de una mujer guapísima, vestida de blanco (el color del luto para la nobleza romana) que llena las paredes de la pequeña sala con una potencia incomparable. Las pinturas de William Holman Hunt, John Millais, Thomas Seddon, con su encanto, terminan de conquistar los últimos espacios de nuestra alma que todavía no se han rendido a la belleza de esta pequeña y a la vez gigantesca exposición. Porque no pasa todos los días que se puede poner tan fácil remedio a la estructural (por razones históricas) escasez de la pintura británica en la colección del Prado y, en general, en el conjunto de las colecciones españolas. Si ésta no es una ocasión única, ¿cuál lo puede ser?

www.museodelprado.es
http://www.notodo.com/v4/php/noticias.php?itop=750&news=s

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